entonces preguntó si recordaba las veces
que me había acompañado a los médicos
las noches tutelares
los cheques alzados de la usura
y
entre otras cosas
su viaje
a mis urgencias
sus respuestas
sus lágrimas nunca recobradas
los domingos en que escondió el revólver
y se quedó sentada en la puerta
como un perro del amor
también
(me parece que se le adelgazaba la voz
o que temblaba)
la peste padecida
las oportunidades
y proyectos abolidos
si recordaba lo suya
que fue cada dolencia
el miserable triunfo
y este desierto
donde el mundo
fui yo y nadie más
y nadie más realmente
le respondí que no
que casi nunca
que mejor no hablar
que últimamente
el cielo se ha acercado
que ya no tengo tiempo
y es cierto
no lo tengo.